domingo, 12 de septiembre de 2010

Estructura del Mal Gusto

Estructura del Mal Gusto.

Todo el mundo sabe perfectamente que es, y nadie teme individualizarlo y predicarlo, pero nadie es capaz de definirlo. Y tan difícil resulta dar una definición de él que para establecerla se recurre no a un paradigma, sino al juicio de los expertos, es decir, de las personas de gusto, sobre cuyo comportamiento se establecen las bases para definir, en precisos y determinados ámbitos de costumbres, lo que es de buen y mal gusto.

Umberto Eco define el mal gusto, en arte, como “prefabricación e imposición del efecto”.

Para Umberto Eco, desde una perspectiva histórica, el hecho de que una obra tienda a provocar un efecto no implica necesariamente su exclusión del reino del arte. Pensemos en la función del arte en otros contextos históricos; para los griegos, el arte tenía la función de provocar efectos sicológicos, y tal era la misión de la música y de la tragedia según Aristóteles. Pero este estimulo del efecto se convierte en el kitsch en un contexto cultural, en donde el arte es considerado no como técnica inherente a una serie de operaciones diversas, que es la noción griega y medieval, sino como forma de conocimiento operada mediante una formatividad en sí misma, que permita una contemplación desinteresada.

La cultura alemana, quizá para ahuyentar un fantasma que la obsesiona intensamente, ha elaborado con mayor esfuerzo una definición de este fenómeno y lo ha resumido en una categoría la del Kitsch, tan precisa, que esta misma palabra, al resultar intraducible, ha tenido que ser incorporada a las restantes lenguas.

La cara del Kitsch de la modernidad.

El kitsch es un concepto estético y cultural que en su origen ironizaba con la relación arte barato y consumismo: hoy designa la inadecuación estética en general y permite comprender en gran medida las formas de la cultura y el arte contemporáneos, llenos de producciones alternativas que se relacionan constantemente con el kitsch promoviendo efectos baratos, sentimentales y muchas veces dirigidos para el consumo masivo.

El término kitsch comenzó a utilizarse entre 1860 y 1870 en la jerga de pintores y comerciantes de Múnich para designar material artístico barato.

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